Jopelines, que no se repita más…

Así zanjó el calzonazos de Nanin lo que él mismo vendió como «el acabose»: con una regañina no de malvada institutriz sino de tiíta complaciente. Previamente sí había cumplido con su otro arrebato al punto de que Job se puso nerviosísimo pero no por reaños ni por un subidón de autoridad sino porque había vuelto a ser toreado por la lideresa que retorcida como sólo ella sabe serlo contraprogramó a la misma hora para jugársela diciendo que ella no iba, que con ella no contara para la bronca, que qué se había creido el panolis ese que no debe mandar ni en su casa.

Qué lástima y qué vergüenza, qué triste y qué penoso. Mucho lirili y poco lerele. Volvieron a tenderle trampas y cual acémila de pichiflú picó o volvió a picar haciendo real lo que ya es un secreto a voces a escala sideral: que ni Job ni gaitas, que Nanin ha destronado ya a san francisco de sales en su faceta de patrón de los sordomudos. Ahora lo es él, el plastilino, que no contento con no hablar ni oir ahora va lanzado en plancha hacia la total amputación al punto de que ya ni manotea.

Lo peor, con todo, es que ni siquiera puede decirse que le queda un telediario porque lo que le queda lo decidirán la lideresa, el trajes, el cajero emperillado, y a este paso hasta el conserje.

En fin…, surrealista, inaudito, inconcebible, e impresentable.

 

A cuidarse!!!