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Si esas tres letras las mira un ojo derecho le parecerán acaparadoras y excesivas. Si las observa un ojo izquierdo su calificación será injustas e insuficientes. Si son los dos ojos los que las ven a la vez, nada verán porque la mirada se irá primero al bolsillo y a continuación y de inmediato al catálogo de improperios y dioses. Y la cuestión: ¿cómo lo verá el ojo que todo lo ve? ¿qué hará?
El ojo derecho, que sabe que juega en casa, demostrará nuevamente lo cómodo que se siente coqueteando con el populismo y la demagogia, y volverá a entregarse a ello por completo consciente de su potencial para horadar almas y para el rebañamiento electoral. Clamará que agrandar esas tres letras se llama sablazo, y proclamará que él (ojo derecho) empequeñecería el concepto y lo convertiría en letritas para los bares, los restaurantes o los hoteles.
El ojo izquierdo, consciente de que los tiempos van en contra suya hasta volver a llevarle al mismo borde de la utopía, tirará de la pedagogía más clásica de su condición de izquierda. Dirá y repetirá, inasequible al desaliento, cuan injusto es a veces el café para todos, y amartillará con metódico compás que si no queda otro remedio que tomar café todos pues que al menos paguen ese café los que más tienen.
Los dos ojos a un tiempo, sintiendo que el estrabismo se apodera de ellos, decidirán agazaparse en el estante de abajo, justo encima de la balda ‘resignación’. Desconfían al máximo de ellos mismos viéndose por separado, pero confían mucho en ambos a la par siempre y cuando sean capaces de impedir el paso al estrabismo. Están por todo ello en el quiero y no puedo, en el puedo y no quiero, el no sé si quiero y el no sé si puedo. Diabólico debate, desesperante territorio en el que mantener la lucidez es complicado, arenas movedizas en las que manotean para lanzar un mensaje claro y rotundo: esto de las tres letrazas o letritas es una bomba de efecto retardado que es recargada de pólvora cada vez que se paga por algo, y que cuando explote será la de rediós es cristo. Mucho más todavía, y siguen con su mensaje de SOS, cuando se produzca el inevitable redondeo porque saben, igual que tú y que yo, que si a la hora de ajustar las tres letras el resultado en los decimales es de por ejemplo 82 será subido ipso facto a 90.
¿Y el ojo que todo lo ve qué? Consultamos al oftalmólogo y su diagnóstico es revelador: está entre la miopía y la vista cansada, no afina en la distancia ni concreta en la cercanía. Debe decidir cuanto antes si se somete a una intervención o se pone gafas: lo primero, aunque conlleva un doloroso proceso de rehabilitación, es la mejor solución; lo segundo, si bien tiene efectos inmediatos, puede conducir a la ceguera más pronto que tarde con el riesgo añadido de que sea irreversible.
A cuidarse!!!