Volver a las andadas
Tengo la sensación de haber escrito ya esto que estoy escribiendo ahora. Quiero creer que no es más que una sensación propiciada, posiblemente, por la ciclogénesis (que por cierto fue el programa más visto del fin de semana con miles y miles de miradas mirando por sus ventanas convertidas en pantallas ultraplanas, u oteando los horizontes de ese cine gratis que es el cielo). Pero no, ni es sensación ni es secuela ni es efecto secundario: es una vuelta a las andadas…
Sin que la ciclogénesis tenga culpa de nada, frente a nosotros surgen como piedras filosofales nuevas medidas para parchear o modelar (¿rehabilitar quizás?) la madre de todas las soluciones: viviendas y créditos públicos. Dijo una vez Charolito que había más de uno pergeñando un salvavidas para el avaro sector de la construcción: tirar las cientos de miles de casas construidas al tún-tún pero cobradas ya te digo cómo, y volverlas a construir. De esta forma, se daba trabajo en la demolición y justo después en la reconstrucción. No se llega a eso, al menos de momento, pero sí se lanza un cabo a ese surrealista flotador alentando la rehabilitación de vivienda lo que de paso supondrá que las miles ya construidas pero deshabitadas terminarán convirtiéndose en piezas de museo e ignominiosos monumentos. Se afirma, gran obviedad, que así se creará empleo, y falta por conocer si habrá una especie de invocación colectiva animando (o incitando) a la redención inmobiliaria.
Y luego está lo de los créditos públicos masivos. Perfecto. Y necesario. Ahora bien, si se recurre a esa medida es, como ya se ha dicho, porque los créditos privados no han llegado. Y si se reconoce esa obviedad, automáticamente, y obligatoriamente, alguien debería salir a exigir que se rindan cuentas y se devuelva lo prestado. Un pastizal con el que indudablemente se podrían remendar un montón de descosidos.
Un última consideración, importante: una y otra medida se enfocan a la creación de empleo, y unos y otros (más unos que otros) deberían llamarlo así, creación de empleo, y desterrar (bajo pena de cárcel) el término «nichos» (de empleo) porque de más tenemos con lo que tenemos como para usar ese término que irremediablemente nos transporta a un camposanto, o, en el mejor de los casos, a un aparador. (Nicho: concavidad en el espesor de un muro para colocar en ella una estatua, un jarrón, u otra cosa; concavidad formada para colocar algo como las construcciones de los comentarios para colocar los cadáveres).
PD: en este volver a las andadas (o alcanforoso déjà vu) hasta reaparece con su gesto de malo de cojones el ínclito De Juana. Y por cierto, él y sus secuaces sí que pueden presumir de la ciclogénesis porque a ellos sí que les descuajaringó (nuevamente).
A cuidarse!!!