Cisternas de sosegón

2f51b80d1Cuando Charolito despertó, el dinosaurio ya no estaba allí. En su lugar había una nota que decía: «me he ido al desayuno de oración a una cola de paro. Me he ido despacito porque…: será por tiempo y será por prisas. ¡Pa qué correr si es lo que hacen los unos y los otros y total pa ná!».

¡Las prisas!… ¡Qué traidoras son! Dicen que sólo corren los ladrones y los malos toreros, y (aparentemente) no es el caso…, aunque son muchos los que corren. Unos por ejemplo sacan la ametralladora de propuestas y planes y la ponen a velocidad máxima tan deprisa tan deprisa que en vez de cargar balas trazadoras e inteligentes ponen balas bumerang…, y así les pasa. Los otros se atropellan a sí mismos al grito de «joputa el último» y se lían a hablar tan deprisa y tan rápido que no se les entiende porque es lo que quiere pero además porque se les atropellan las peticiones de dimisiones, de comparecencias, de adelantos electorales, de mociones de censura, de (… ¡aaagh!…) criticas incesantes que disparan por tierra, mar y aire totalmente poseídos por el «no a todo» de su vieja amiga tamaya.

Las prisas, las putas prisas. ¡Está  la cosa como para hacerlo rapidillo en lugar de bien! Es como un equipo de cirujanos operando a toda pastilla a un enfermo tan enfermo que está crítico aunque todavía no a punto de morir (pero casi). Van los tipos y anfetamínicos que te cagas y pegando bandazos empiezan a meter bisturíes, pinzas, espátulas y tijeras sin ton ni son. Sacan una tripa convencidos de que el mal está atajado y al instante tienen que devolverla a su sitio porque no han acertado sino provocado una sangría del carajo… Extraen otro órgano, y lo mismo: a introducirlo de nuevo rápido rápido porque si no el enfermo la palma seguro… Idean otra estratagema deprisa deprisa y como de tan rápido que piensan se les oye pensar pues según les llega a los labios la empiezan a decir marcha atrás y se la tragan no sea que… Un cuadro vamos, pero eso sí, pintado a toda hostia.  Y el enfermo, bien jodido, clamando a voz en grito (con las prisas se olvidaron anestesiarle): «no he quedado con nadie así que por favor menos velocidad y más cabeza, no me curen rápido y a saber cómo, sino bien aunque se tarde un poco». Eso a gritos, y claro, semejantes alaridos (no de dolor sino de acojone) son escuchados por otro grupo de cirujanos que pasaba por allí. También a mil por hora entran al quirófano pero no para ayudar y sí para berrear comiéndose un güevo de palabras: «nosotros sabemos cómo hacerlo mejor pero que no vamos a ayudar. Se os muere seguro. No tenéis ni puta idea. Márchense todos YA y déjennos a nosotros. Se os muere seguro. Sabemos qué hay que hacer pero ni os lo vamos a decir a vosotros ni a nadie hasta que no nos dejéis a nosotros. Se os muere seguro y no os vamos a ayudar. Se os muere seguro. Marchaos cuanto antes que sois lo peor, y nosotros, que sabemos pero ni decimos ni hacemos, …nosotros somos la solución y la salvación».

Lamentable. Así nos va.

Y Charolito, a todo esto, por las calles buscando al dinosaurio que marchó antes del amanecer a un desayuno decola20paro1 oración en una cola del paro, una cola -ya saben- hiper-mega-kilométrica. Tanto tanto que es el único lugar donde hay gente en una ciudad de casi 4.000.000 de (habitantes) parados (Madrid, pongamos). Todos parados. Y todos consumiendo el brebaje que la autoridad repartió a cisternas para evitar la revolución: sosegón del bueno, sosegón  puro, sin cortar. 

Moraleja: que nos dejen tranquilos a todos y que nos apañen el desaguisado que han montado los unos para disfrute de los otros (¿o los otros para disfrute de los unos?). Gentes, estas sí, que son quienes deberían inyectarse en la misma femoral las cisternas de sosegón. Menos prisas y más sensatez, menos vaivenes y más humildad, menos besarse a sí mismos y menos ansias y más cordura y reflexión. No nos curen deprisa, cúrennos.

A cuidarse!!!