La llamada…

superagente-86-al-zapatofonoCharolito vuelve a vivir sin vivir en sí. Desea con destructiva obsesión poder esparcirse por cada milímetro cuadrado de su piel esa cremita de moda conocida como «una llamada tuya bastará para sanarme»…, pero nada, no hay manera. Él sabe que es un camelo, uno más de esos productos milagro que de milagro tienen lo que él de arapajoe. Pero si a tantos empalma y excita, y eso que en el prospecto nada pone de efectos afrodisíacos, pues será por algo. Es lo que piensa, aún sin mucha convicción por aquello de las modas, y es por ello que acaba de diseñarse un artilugio construido con ese verdadero avance no ya de la humanidad sino planetario llamado «velcro». Un ingenio que le permite tener siempre a la vista, porque se lo ha prendido en las cejas, un cachibache que los fisnos llaman phone, al que, por si acaso una nube invadiera sus ojos, ha incrustado como tono de llamada y tono de mensaje el sonido de mil vuvuzelas berreando a pulmón partido.

Charolito, faltaría más, no quiere ser menos que nadie por mucho que las tarjetas de visita de esos «nadies» sean de lujo máximo y alto estanding. Faltaría más. Porque claro, vivimos unos días en que si no tienes llamada no eres nadie ni eres ná. Sólo hay que echar un ojo a la prensa (echarlo al modo yoyó no sea que le arresten): el presi y su gente no paran de redoblar alejops de entusiasmo supremo porque Obama llamó por teléfono; Nanin ha labrado un profundo desfiladero en su guarida de tanto impacientísimo paseo aguardando una llamada de palacio; en Suráfrica decenas de futbolistas aguardan llamadas que les alegren sus cuentas corrientes, mientras que otros se inflan a llamar para poner a parir a entrenadores, compañeros, rivales…; en cientos de miles de viviendas sus moradores temen más que a un nublao que suene el phone y salga la voz del amo diciéndoles, en fisno, «a la puta calle que ahora me sale más barato y si me las ingenio, con permiso de la autoridad que lo habrá porque si no les achuchamos a los mercados, hasta ganaré dinero»…

La llamada. La puta llamada… Quién le iba a decir que sería portada de periódicos (como cuando Edu), además de ansia de tiburones y esclavistas. La llamada, la putísima llamada, desazón ciudadano de efectos tan demoledores que más de uno y de dos han tuneado sus zapatófonos al modo margarita y se pasan los segundos (todos toditos los segundos) en la demoledora letanía del «me llama, no me llama, me llama, no me llama…».

A cuidarse!!!